Ir al contenido principal

Día 3. El VAR de Alá

Desperté sobresaltada cuando escuché un grito. Un grito de celebración. Con los ojos abiertos, aun acostada, el espanto difuso se disipó pronto y me ubiqué en el día y la fecha. Así que me levanté, caminé por el pasillo hacia la sala del apartamento y allí estaba el esposo. Sonriente. Argentina había ya anotado un gol y le habían cancelado el primero de dos que le anularían durante su partido con Arabia Saudita.

Miré el ventanal. Amanecía. Los amaneceres caribeños cercanos al mes de diciembre, y en diciembre, suelen ser los más hermosos para mí. Hay un aire fresco único de la época, con neblina, y el mar se ve como pintado de fondo. 

Mi atención en el ventanal duró poco. Me recosté, media dormida, y me fije que el juego no tenía tanto tiempo de haber empezado. El esposo trae una manta y me arropa. "Me tengo que ir a trabajar", me dice y camina hacia el baño. Supongo que piensa que la suerte acompaña a Argentina, con ese primer gol de penal de su tan admirado Messi.

Menos mal que no se quedó a ver el resto del partido...

Ya no es la época de la mano de Dios

Me dormí. Me desperté en la algarabía fragmentada del segundo gol argentino anulado. Mi hijo mira la televisión sin interés y se va. Busco el móvil y veo la hora. Aun me queda tiempo de mirar el partido un poco más antes de apurar la salida con el hijo.

Veo con atención el análisis del VAR (Video Assistant Referee), ese mecanismo tecnológico que convirtió en hereje y apostató al fútbol de Dios y sus manos. Más tarde me recordarán en Twitter, donde todo se discute, que el el sistema se introdujo en el Mundial de 2018 (y yo pensando que fue en el 2010... creo que las bulla de las vuvuzelas de ese mundial me hicieron más daño en la memoria que mis dos contagios de COVID-19).

El esposo se despide. Medio me duermo otra vez. Y vuelvo a despertar con el primer gol saudí. Los jugadores celebran, su fanaticada celebra. 

Voy a poner el café. 

Recién me sentaba a tomar el café cuando los saudíes anotaron el segundo gol. Veo jugadores arrodillados en el campo de juego. Unos agradeciendo, supongo que a Alá, y otros totalmente desconcertados ante lo que no se esperaba de ellos, pero que pasó.

Le anuncié al esposo, por WhatsApp, la desgracia del principio de su Mundial.

- Arabia Saudí anotó dos goles. Está fea Argentina.

- Acabo de verlo aquí.

Y por más tiempo que la Argentina tuvo el balón, no hubo forma de convertir otro tanto. 

El esposo no fue a almorzar, así que a la hora que escribo este post no nos hemos vuelto a encontrar desde la mañana. Así que ando preparando el arsenal de acogida y sostén que todo fanático del fútbol argentino necesita: no hablar del partido, ni del Mundial, ni de fútbol (al menos hasta el próximo partido) y darle un abrazo.

No me alcanza la vida...

En el trajín del día lo que menos espacio hay es para sentarse a ver fútbol. Ni siquiera opté por poner la actualización en la pantalla del móvil. Le desee suerte a México, eso sí. Luego me enteré que le alcanzó para que Ochoa, ese personaje de portero del Mundial pasado, impidiera que Polonia anotara un gol. Se quedaron en cero, ambos. El empate de la imposibilidad de golear. 

Llegando al trabajo (estoy en el cierre de un periódico, así que estoy mi horario laboral se inicia a media tarde), me doy cuenta que Francia está arriba ante Australia, 2 a 1. En lo que siento, enciendo la PC, entro al programa de edición y busco un café, Francia anotó dos goles más. Bonito comienzo para el campeón.

Sabía que hubo otro partido... así que gogleo. Dinamarca y Túnez. Otro empate, a cero. 

Argentina, por lo que veo en su grupo, es la única selección de las cuatro que ha perdido. 

Mañana juegan Marruecos y Croacia bien temprano, pero... (el que me interesa es el siguiente partido. Juega Alemania. La foto de este post es de la agencia AP).  

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día 9. Crónica de la felicidad

Nota de 2014. Después que Alemania le ganó a Argentina, el esposo se fue a fregar. Estaba triste, pero sabía que solo un milagro habría hecho posible lo contrario. Y en el transito de estos ocho años, el milagro se gestó, con revancha incluida. Alemania se quedó en el camino y la selección argentina, con su admirado Lionel Messi, no solo logró ganar ante Francia, campeona del Mundial pasado, sino que hizo que el esposo volara de felicidad. Y voló. A saltos. *** Quise hacer este texto ayer, domingo, con la emoción anudada que se produce luego de vivir varias horas de tensión esperando algo bueno que parece que sí será, y parece luego que no. Y la tensión no la viví porque sea fanática del fútbol, que por cuarta vez en doce años comprobé que no soy, sino la que me causó desear que al esposo se le cumpliera el sueño del fanático. Como todo el mundo sabe, el suplicio y la gozada, comenzó a las 11:00 de la mañana, al menos en esta zona horaria. El esposo se levantó cinco minutos antes, se c

Día 3. "Amenazas" y comparaciones

Un fanático no conoce límites. Noche del miércoles. Llego del trabajo. Un día de cierre en el periódico difícil. El hijo se me abalanza a los brazos para que lo duerma. El esposo y yo conversamos. Como es habitual, el fútbol es parte de su agenda a ponerme al día.  Entre prestarle y no prestarle atención, me comenta sobre el nuevo uniforme de su equipo favorito, el Barca. Le digo que cuando esté en Barcelona...(¿no les he dicho que estaré en Barcelona? Pues sí, me voy a Barcelona por tres semanas) iré a Camp Nou, sin duda...  Me interrumpe. - "Esposa, si no me trae la camiseta del Barca, que le ponen el nombre por cierto, deje de considerarse mi esposa".  Lo miro. Estallo en carcajadas. Él sonríe. - "¿Estás hablando en serio?", le pregunto. - "Claro que sí, no estoy relajando".  Nos reímos juntos.  - "Es en serio, amor. No dejes de traerme la camiseta". Los fanáticos del fútbol...con lo que cuestan esas cami

Día 25. Los campeones y el final

Lo logró España. Los que me han seguido saben que este equipo no estaba entre mis favoritos. Posiblemente porque, latinoamericana al fin, deseaba que fuese un equipo de estos lares que resultara el vencedor. No pasó así, sin embargo la victoria de los españoles me alegró. Demostró no ser un equipo goleador durante todo el Mundial, pero sí un equipo con alma y corazón, y mucha técnica. Me encantó el hecho que Iniesta hubiese sido el héroe de la última jornada. Se me aguaron los ojos cuando alzó su camiseta y enseñó una franela blanca con el nombre de Dani Jarque. Recuerdo muy bien a ese chico por las noticias que dieron cuenta de su muerte. Cayó en una cancha de fútbol en pleno juego, con un ataque de pre infarto. Vi las imagenes y lo vi ponerse de pie, ayudado por sus compañeros para luego, minutos después, morir en el hospital. Mi novio y mi suegra me dicen que lo vieron en vivo. Las imagenes de ese muchacho desplomándose (tenía 21 años) vinieron a mi cabeza mientras veía a Iniesta gr