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Día 5. La casa gana


He olvidado todo lo que pasó el viernes... más o menos. Así que me auxilio de Google. A ver... Ok. Empató a una Ecuador ante Países Bajos (Holanda). Fin de mi interés. Pero el sábado, pasó lo que imaginé que pasaría. El esposo se levantó dispuesto a lanzar todas las mantras a favor de Argentina, para celebrar o para llorar. Pasó lo primero. 

De cómo fue se juego en casa, lo llevé muy en cuenta en Twitter. Luego de un primer tiempo con amagos, unas cuantas palabras altisonantes del esposo, que casi se comía las uñas entre resignación, respeto por los mexicanos y fe en los argentinos, yo estaba más o menos así...


El hijo, que con diez años es fan absoluto del basketball, no podía obviar el estado de tensión del padre, así que se dispuso a ver el partido con la tableta en manos para grabar a su progenitor al momento que se diera en primer esperado gol de Argentina.

A los pocos minutos del segundo tiempo, el grito de gol del esposo retumbó todo el apartamento, y creo que más allá.  

Y al coro del grito  se unió el hijo, más por coro que por afición, pero feliz por el padre, que no cabía en el cuerpo de felicidad precavida, porque obviamente señaló casi al instante de calmar su desbordada emoción que Argentina debía marcar otro gol, que era importante. Luego me pasó a explicar el calculo del Mundial que casi nunca entiendo, sacando conclusiones de quienes tienen que ganar o perder para que aquel o este clasifique. 

Mientras el esposo-padre explicaba y comentaba, madre-esposa e hijo estaban...

Y ya casi en el minuto 90, después uno que otro susto, llegó en segundo gol. Yo desde mi esquina el sofá, con una aguja con hijo entre los dedos de la mano derecha y una blusa en una blusa en el regazo, miraba absorta la emoción hecha gritos de felicidad del esposo. Y otra vez, como otras veces durante estos diez años de matrimonio, sigo sin entender cómo se instala ese tipo de fanatismo deportivo y, cómo una persona es capaz de tanto alboroto y alborozo por un pelota entrando en un arco. Y otra vez sé me hizo tarde para albergar un sentimiento de ese tipo por algún deporte. 

Así que lo que me viene a la cabeza es lo siguiente: 

Al final, como dicen, goza el que gana. Salvaguardada la salud mental familiar, con el esposo rebosado en felicidad futbolera, y el hijo con sonrisa pícara escuchando el audio que grabó, el sábado terminó bien... menos para los mexicanos. 


Ah... sí. Vi algo del sufrimiento de saudí más temprano ante Polonia. Y Francia ya clasificó. 


Queridos alemanes

Creo que ya expliqué mis razones para apoyar a la selección alemana. Eso sí, no me pregunté nada sobre ella, que no conozco un solo hombre de ningún jugador de ese equipo. Lo mío es un sentimiento alejado del fútbol, pero que me hace apoyarlos en el fútbol.

Así que hoy, domingo, mi único interés era que Alemania ganará. No ganó, pero si empató, a pesar de los análisis negativos del esposo sobre esa posibilidad. España habrá goleado a Costa Rica, pero sabía que no le pasaría lo mismo con Alemania. Asuntos de fe de neófita futbolera.  

Y claro, felicité temprano al colega costarricense del grupo de WhatsApp. Lo ticos siguen en la tómbola, nada más y nada menos luego de un gol ante Japón. Eso sí, no me pregunten quien necesita ganar o perder para que tenga posibilidades, que de eso no sé nada. 

Ganó Argentina. Ganó Alemania. El esposo y yo estamos felices. El desde su sabiduría fanática y yo, bueno, desde mi sentimiento "infanatico". 

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