Este ejercicio de "sobrevivencia" ante el fútbol vuelve. Empecé en 2010 a escribir aquí mientras llevaba un noviazgo con un hincha dominicano de Argentina, y del fútbol en general, para "exorcizar" el fanatismo por el balompié del que carezco sin poner en riesgo la relación. Doce años de ese primer teclazo en este blog, diez de matrimonio y un hijo, puedo decir dos cosas: he sobrevivido sin mayores contratiempos, uno, y dos, creo que algo de interés sobre el fútbol me ha calado.
Eso sí, no estoy a nivel de hincha ni de este deporte, ni de ningún equipo. Prefiero Alemania por varias razones personales, nada ligadas al fútbol (refrescaré la memoria al respecto en los próximos días, ya que creo que lo mencioné en el Mundial de 2014... o 2010... no recuerdo). Pero como periodista, debo confesar, que este deporte por ser lo que es para el mundo entero, tiene unas intríngulis, tanto dentro como fuera de la cancha, que no deja a ningún periodista inmutable.
Y este Mundial en particular tiene todo un intríngulis que lo hará inolvidable, para más mal que para bien (depende de quien gane la copa, creo).
Si usted ha prestado atención al mundo del fútbol desde 2015 y durante el mundial pasado (el de Rusia) se imaginará de que va mi comentario. Sino es así, le recomiendo ver una miniserie documental, que vi este fin de semana y me dejó con un desencanto previo para ver este Mundial, desde rememorar ciertos traspiés pasados conocidos, hasta enterarme de los que desconocía: FIFA Uncovered (la traducción al español es fea, pero al nivel de lo que trata).
Y todo lo que se ve en esa miniserie es la antesala de todo lo que se discute en estos días: violación de derechos humanos, posibles sobornos, muerte y semi esclavitud de los obreros que construyeron las obras para este Mundial, política, declaraciones raras o desafortunadas o confusas para defender lo casi indefendible. Y claro, para poner la cereza del pastel: uno de los peores temas musicales para un Mundial de Fútbol.
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