Die Mannschaft Nationalelf!!!!!!!!!!!!!! Foto AP |
Los que apostaron a la esposa, ganaron.
La selección alemana resultó ser la ganadora de la Copa Mundial del 2014.
Un juego no apto para fanáticos, de ninguno de los dos bandos, y donde no hubo solo fútbol...pues hubo patadas voladoras, cabezas contra hombros y un penal que no fue penal...El esposo mantuvo la esperanza hasta el gol, el golazo, de Götze. Un jugador en que parece que pocos había reparado.
Les cuento que, como me lo esperaba, en algunos momentos me puse a jugar Candy Crush mientras el partido estaba en sus buenas. Sí, iba a la selección alemana pero nada que ver con el fanatismo casi de kamikaze de mi esposo.
Es definitivo, no me nace el fanatismo.
Eso sí, cuando pasó lo del gol, que coincidió con estar atenta a la pantalla, pues lo celebré a viva voz por medio minuto, el medio minuto que transcurrió en voltear la cabeza y ver la cara a punto de llanto del esposo. El amor pudo más y guarde un respetuoso silencio. El esposo no dijo ni media palabra más hasta que terminó el partido.
"Me voy a fregar".
Entonces entendí la profundidad sentimental de un fanático futbolista. ¡El esposo odia fregar!
***
Este es el último post de este Mundial.
Me digo, y lo digo, que hoy conozco más sobre el fútbol y seguí con mayor emoción el Mundial, con menos actitud de observadora antropológica. Metí los pies, al menos hasta la altura de los dedos.
El deporte no parece estar en mis genes. En estos días me sorprendí hablando de fútbol como el esposo como si estuviera hablando de clima. Haciendo preguntas por curiosidad y compartiendo datos que conozco. Nada más.
Pero esa mirada a punto de llanto que vi en el rostro del esposo, esos goles vociferados como dragones en furia (con fuego incluido), esos abrazos de felicidad cuando ves a tu selección favorita ganar, esos himnos, esa depresión post perdida...eso no me nace.
Lo que si amo con locura es escribir, así que es seguro que me leerán nuevamente, si así la vida lo quiere, dentro de cuatro años, cuando el Mundial se inauguré en Rusia.
Me gusta pensarme como fanática de Alemania, claro, dentro del límite de lo que pueda sentir como fanática...como meteoróloga. Me gustó algo de Alemania: un equipo que no era señalado porque en el había un estrella futbolista, sino por lo que es, por ser un equipo y bien funcional. Y pues lo logró.
Y el triunfo de Alemania me conectó con mi niñez de la manera más rara. Cuando finalizó el partido reparé que era 13 de julio y que un día como ese, hace 24 años, llegaba a República Dominicana desde Venezuela para quedarme, aunque en ese momento no lo sabía. Y recordé que ese año, 1990, hubo Mundial y ese Mundial lo ganó Alemania. Y recordé una de esas pocas imágenes que tengo claras. La espalda de mi papá sentando en el mueble viendo un partido del Mundial Italia 1990.
Y no, no pensamos en alcancía para ir a Rusia. Eso es una misión imposible.
Pero fuera de cualquier eventualidad, y de mi falta de espíritu fanático deportista, una cosa tengo segura: el fútbol llegó a mi vida para quedarse.
Nos leemos en cuatro años.
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